Según los estándares internacionales, ser pobre se define en función de la línea de pobreza, que es un umbral establecido para determinar el nivel mínimo de ingresos necesario para satisfacer las necesidades básicas de una persona o una familia. La línea de pobreza varía de un país a otro y puede basarse en diversos criterios, como el ingreso per cápita, el costo de vida y las condiciones socioeconómicas locales.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras organizaciones internacionales suelen utilizar un enfoque multidimensional para medir la pobreza, que va más allá del simple ingreso y tiene en cuenta otros aspectos de bienestar, como el acceso a la educación, la salud, la vivienda adecuada, el agua potable y la seguridad alimentaria.
En términos generales, una persona se considera pobre si su ingreso o nivel de vida está por debajo de la línea de pobreza establecida en su país o región. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la pobreza no se limita únicamente a la falta de recursos económicos, sino que también puede manifestarse en la falta de acceso a oportunidades, servicios y derechos básicos que permitan una vida digna y plena.
La medición y el análisis de la pobreza son fundamentales para comprender sus causas y consecuencias, así como para diseñar políticas y programas efectivos para combatirla y promover el desarrollo humano sostenible.
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